Prejuicios de escribano: ¿Monsieur Peuvrier, Ber o Ricardo Palma?

decolonialismo, escritura
Uomo Botocudo (Brasilia), daguerrotipo de Thiesson por encargo del anatomista E. Serres en 1844.

Curioso que siendo recogida desde la oralidad, esta anécdota sirva para caricaturizar performances culturales usualmente reconocidas como desvinculadas de la escritura. En mi opinión es vano lanzarse a determinar si fue el communard Théodore Ber (Figeac, 1820-Lima, 1900), a quien remeda Achille Peuvrier en su lección de 1885, o nuestro célebre Palma, el primero en contarla sobre papel con tinta: Dos “indígenas”, “peruanos”, para el etnógrafo o “mitayos”, como los llama don Ricardo en su bien conocida tradición Carta canta, quienes le atribuyen a una nota el haberlos acusado de comerse un mandado de frutas que debían transportar. Un cuento convertido en comedia que a todas luces se pierde en el hervidero maravilloso del boca a boca.

Sorprende aquí, e importa cuestionarse, además, la autoridad desde la que enuncia, Monsieur Peuvrier, miembro de la Société d’Ethnographie y de la Société Américaine de France, quien se refiere a estos “pueblos infantiles” de “música ensordecedora” como pastores “bastante ignorantes” con lo que inmediatamente deslegitimiza reduciendo a mecanismos mnemotécnicos los quipus a los que se refiere en líneas precedentes. Convendría echar un vistazo a su trayectoria en Sudamérica, revisar sus fuentes para producir este panorama ambicioso sobre el desarrollo humano en esta parte del mundo que, a pesar de la belleza de sus textiles, su agricultura bastante desarrollada o su manera de distribuir los recursos –todas cualidades que admite–, no fueron capaces de incitar en el autor una invitación a profundizar su estudio, a detectar prometedores hallazgos posteriores.

Esta anécdota que pretende pasar como contrabando de evidencia científica condensa el pensamiento que se alterna con el imaginario popular que alimentaron relatos de viajeros, exploradores o naturalistas de fin del XIX. La consolidación de una mirada, en el mejor caso paternalista, de las distinguidas “otras razas” que no alcanzaron la cúspide de una escritura alfabética basada en la incapacidad de “leer” de manera transversal al otro.

Sin embargo, insistamos, la fuente del francés es de origen oral. Escritura sobre la oralidad que la detiene para convertirla en burla por metonimia y para insistir en el patrón y la superioridad de la letra. Esto es lo que, a nuestro parecer, produce la verdadera anécdota.

Este discurso segregacionista se apoya y, probablemente, se alimenta en cierta medida de una iconografía poderosa producida por la cámara fotográfica, pero no solo eso. Echemos un vistazo al logo de la Société d’Ethnographie estampado en la carátula del texto de Peuvrier: Un hombre blanco barbudo con el pecho erguido como en ascensión escoltado como Cristo por otros dos más bajos y oscuros, menos corpulentos; todos los sexos ocultos, tomados de la mano. « Corpore Diversi sed Mentis Lumine Fratres » (Cuerpos diversos y hermanos por la luz de la mente), puede leerse alrededor de este esquema que reproduce el eurocentrismo de manera emblemática.

Por último, añadamos nuestro asombro sobre la plasticidad del discurso, que acomoda la norma en función de su beneficio. Mientras se lamenta sobre la profanación de las huacas a partir de la certeza de que valiosos documentos han sido destruidos por “nuevos vándalos”, aparece en nuestra memoria de nuevo el amigo Ber, quien luego de ser profesor, empleado de correos, administrador de haciendas, fundador periódicos, se dedicó a la arqueología en ciernes en las costas de Ancón. ¡Qué leve es la línea entre el “vándalo”, el savant y el salvaje decimonónico!

“Los incas organizaron un culto a parte, el culto al Sol. El culto de la Piedra fue igualmente muy desarrollado: la diosa Manta era venerada bajo la forma de una gran esmeralda. Estos pueblos no tuvieron escritura, o al menos los incas hicieron todo lo posible por desaparecer su uso. Se servían de qquippu, suerte de cuerdas mnemotécnicas; su sentido sería todavía comprendido por algunos pastores peruanos. Ellos son, por lo demás, bastante ignorantes. El señor Ber, de Lima cuenta, a propósito, una historia bastante divertida. Un rico propietario enviaba a su amigo de Lima una cesta de frutas y, al mismo tiempo, remitió una carta detallando su envío con dos cargadores. En el camino, los dos indígenas se refrescaron a expensas de su carga. Se preparaban a retomar la ruta cuando se dieron cuenta de que la carta había caído al suelo. Según su pensar, la carta los había visto y los podría denunciar. En efecto, el citadino les pidió cuentas sobre las frutas que faltaban y no obteniendo respuesta satisfactoria, les remitió una nueva carta. Sin embargo, los dos peruanos, al pasar por un torrente, sujetaron el ser maligno, le amarraron una piedra al cuello y lo tiraron al agua.”

Achille Peuvrier. L’Ethnographie de l’Amérique du Sud. Lección realizada durante una sesión de la Alliance Scientifique Universelle el 28 de mayo de 1885 publicada en París (Hermanos Maisonneuve y Charles Leclerc. Libraires de la Société d’Ethnographie, 1885) [fragmento traducido por Carlos Estela]

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