Lo lleva atado al cinto, el teléfono inteligente… La voz de Montaner se acerca y aleja como marea de melaza en mi memoria, al ritmo de las caderas de la dama de limpieza, destapando mañanas escolares de músicas atrapadas en el tiempo como una medicina para no crecer, para no salir de la vida de telenovela que es la jaula, el regalo del entretenimiento, el grillete edulcorado y desapercibido.
Pienso que no hay nada malo en ese juego adolescente de pareja que describe a través de las primeras estrofas… ¿quién querría tararear canciones de esposos que discuten por el presupuesto, familias que no dejan de darse un beso mientras preparan la lonchera, de madres que reclaman sanciones inadecuadas en la escuela? En su lugar, tenemos los placebos de la princesa, el guerrero… el oso de felpa, listos para descongelar en el microondas.
Don Ricardo y su caña de azúcar se hacen más densos y erupcionan. “Me va a extrañar” asegura, como el niño que sabe que su llanto hará regresar a mamá. Posee la certeza absoluta del que se ha servido de su engreimiento para conseguir todos sus caprichos. Augura para la examada crepúsculos solitarios, suspiros y vacío. Solo la muerte, luego de Él, padre.
El punto, sin embargo, es un verso que se contiene en repetir, tal vez consciente del exceso:
Me va a extrañar… Cuando tenga ganas de dormir y acariciar.
Contiene con la cruz, el coito y lo disfraza, pasivo. Una tierna historia de cucharas que ha terminado. Has perdido tu Teddy. A ver ahora a quién…
La realidad es que, como el infante, teme convertirse en extraño, teme el bosque oscuro que predice para la muchacha. Duda (quizás Ella ha encontrado a Otro), pero contenido por el estereotipo, por el orgullo, por esa garantía que guardamos los hombres a partir de recuerdos de tiempos compartidos, de intimidades conquistadas, que nos lleva a pensarnos dueños de nuestras parejas, es incapaz de reconocerlo. Teddy en la armadura, detrás de su banda de amigos; tirando piedra, escondiendo la mano.
Solo don Ricardo sabe las razones de la ruptura, pero únicamente tenemos su veredicto. Algo me hace pensar que Ella encontró mejor partido o sencillamente prefiere aquel jardín para ella sola y, por ello, perdió el juicio y la compasión del jurado.
Acaso nos queda el consuelo de que este tercermundista soundtrack de nuestras vidas, está un poco más lejos de desearle la muerte al sujeto que abandona al amado como algunos de los siempre nuevos ritmos del momento: …que se claven espinas en tu corazón…