Muerto Benedetti todo Uruguay cabizbajo en duelo nacional. No me gusta cómo escribía el uruguayo pero me gusta cómo los uruguayos lo trataron. Viejo y cansado, hace unos años tuvo que retirarse de la vida pública, en tanto que aquí en este país arqueológico, la vida pública retira a los artistas de ella. Aquí poetas perecen sin pan a diario. Aquí la memoria positiva es frágil y la trágica fecunda. Los recursos intelectuales abundan y descansan bajo tierra. Blancas, Eielsons, Moros, Vallejos, Adanes y etcéteras no inspiran nombres de calles o plazas, ni fundaciones o museos. Nuestra voluntad raquítica espera (o peor todavía, ni siquiera percata la urgencia de) que instituciones o mecenas millonarios fantasmas reediten, curen retrospectivas, filmen documentales, entrevisten a los viejos. Raquitismo que permite que los medios mercenarios creen los cánones y nos indiquen qué y cómo recordar.
¿Por qué Benedetti merece un mausoleo y nuestras glorias reposan en fosas comunes?
¿Sobrevolarán las futuras generaciones nuestra incapacidad y la de nuestros padres por conocer, documentar y difundir nuestro patrimonio, nuestra historia, para reescribirla?
En efecto, aquí los poetas no inspiran nombres de calles. En cambio, como leí en «Requiem por el Perú, mi tierra» una de las avenidas mas importantes de la ciudad capital lleva el nombre del hermano de un traidor; el mismo que se fué en viaje de emergencia a Paris en plena guerra con el dinero de una colecta para comprar armas y no regresó.