Debo unas líneas a Labranda de Roger Santiváñez (Lima, hipocampo editores & asaltoalcielo, 2008). La eterna excusa de los viajes escuda mi lento tejer. Sin embargo, estos períodos altiplánicos & andinos, siento, no encajaban con el imaginario que yo adjuntaba a Labranda. Quizás en el material marfileño empleado por los editores yo me sentía como cabalgando la panamericana encontrando a mi paso, en el desierto, quenas y antaras de hueso.
Melódico & maduro. El verso ha sido esculpido de oreja, a plumazos leves y con el entendimiento que da el tiempo. Kozer dice en la contratapa sin fallar: “densidad y ligereza”.
El erotismo es más que nunca fino y siempre cortés como los caballeros de las novelas y sin dejar de ser palomilla de labia. Erotismo políglota & migrante; como tal portador de las esquirlas de Piura, de Killka, gotas del Cooper. Erotismo en fondo & forma.
Neobarrozo o no –linderos borrosos; evaporados ya por el extenuado uso en comentarios-, Labranda es arquitectura, pliegue de la palabra y dedo en torso, una caricia de estabilidad & flores.