Los más jóvenes no recordarán las Polaroid, jóvenes posmodernos indefinidos quizás en su exploración vintage del pasado las recuperen como a las analógicas pero será cuestión de opción estética.
Yo tengo en mi memoria claramente la primera vez que escuché su disparo, las manchas iniciales, mi cuerpo escolar recomponiéndose en el papel fotográfico mientras la agitación. Épocas en que las tomas eran balas, cada una contaba y se requería ser selectivo. Hoy nos queda la promiscuidad, la abundancia que hace más efímero el recuerdo. Es cierto, el ser humano andaba buscando lo que Edwin Land (el papá de las Polaroid) en los setenta: “Una cámara para usar no solamente en las fiestas, viajes o cuando tu nieto venga a verte, una que podrías usar tan a menudo como tu lápiz o tus lentes”, pero creo que, como siempre, se nos pasó la mano… nuestras fotos no existen en el espacio ahora, no son materia. Siento que la Polaroid era un equilibrio entre inmediatez, manipulación y textura testimonial con color de eterno pasado… una tautología de la Fotografía.
Los nostálgicos de la resistencia instantánea no mueren: extrabajadores de la compañía que cerró en 2011 mantienen viva la llama pues han continuado produciendo película para Polaroid, impulsan The Impossible Project cuya vocero es Lady Gaga. Asimismo, -aquí el motivo real de la nota- en abril de 2013 apareció The Polaroid Years: Instant Photography and Experimentation (Los años Polaroid: Fotografía Instantánea y Experimentación) como consecuencia editorial de una exposición neoyorquina que reunió el trabajo de 39 famosos fotógrafos que emplearon estas mágicas maquinitas. Entre los nombres más famosos se yerguen Mapplethorpe, Warhol, Kertész, Samaras…
De esta manera se recuerda el papel que cumplieron las Polaroid en la historia de la fotografía.
Ya nadie tendrá tu gracia de Polaroid 600.