Allí el éxito se mide en el asfalto. Cada galón es propio y cada centímetro cuenta. Por eso Fong baila con finta, hombros a la altura, cintura (donde radica el golpe) y el ojo que clava. El éxito es la sintonía, el eco de Guanatos… el catálogo de personajes de carne, hueso y papel donde nos vemos reflejados incluso desde el exterior chalaco manofalsero a miles de kilómetros. Porque la zozobra constante, la ebullición del lenguaje, la piel aunque arisca, chamuscada, marcada por la realidad de los prójimos: sensible… todo ello se comparte, es semejante… en cierto anillo de la Ciudad. Antropología urbana práctica en cada golpe poético & jergoso que no se sabe de dónde viene. Los folios se suceden en mis manos y quedan ganas de un siguiente encuentro.
Estuvieron en casa (hicieron un stop para los previos a una presentación limeña) estos causas que ya son primos por lo Charly de la prosa, la voluntad de agitadores culturales en el sentido máximo y tridimensional del asunto, el punche en la edición convirtiendo cajas en libros que no le deben nada a nadie porque nacieron teniendo mucho y –por sobre…- mucha calleja a lo híbrido, a lo desconcertante, a lo surreal, a lo macho.
Así me reventó cada uno de los cuentos de Un chango llamado Hemingway de Sergio Fong, en edición de su cuate Marco Antonio Gabriel para El Viaje. Ahora les toca buscar al man y dejarse moler a golpes.