A parar la oreja… vienen las Achoradas

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Nuevas voces con reclamos urgentes llegan a nuestros oídos a través de la virtualidad. Achoradas sabrosas, diversas, vociferantes, aferradas a las rocas de su legítima lucha y feministas, recontra feministas. Así son Lorena Peña, Liliana Albornoz y Rocío Fuentes que levantan sus voces en este podcast que llega a su tercer episodio y nos ha acostumbrado ya a sus jugosas, exhaustivas, divertidas y necesarias entregas.


¿Qué puedes encontrar en Achoradas? Escuchar esta iniciativa de purito corazón y punche, impulsada por la colectiva Collera y El Galpón Espacio, es sumergirse en el diálogo feminista que suena fuerte en la región. Cada episodio desarrolla un tema crucial: el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, la ciudadanía, poder y representación política de la mujer… y a partir de él se pasa revista a documentos históricos, poesía, arte, denuncias, testimonios y mucha buena música. Todo esto que no escucharás en los insufribles medios tradicionales peruanos que, como bien sabemos, huelen mal.


Este tercer capítulo, Esterilizaciones forzadas, ¡Nunca más!, es una perfecta muestra de lo que es Achoradas, tu pastilla para despertar, para no olvidar. En los graves momentos que vive nuestro país es una obligación escucharlo para no olvidar una de las más grandes tragedias que han vivido las mujeres peruanas (las Achoradas nos recuerdan que también contamos hombres entre las víctimas de Alberto Fujimori.


Así que ponte tus auriculares para informarte, entretenerte, reflexionar y crear conciencia con este podcast feminista ¡con harta concha!

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El peso de Papi

denuncia

-Papi, dame la mochila.

Y el flaco, sin buscar remedio, obedece.

La mirada de la madre buscó la mía repentinamente desafiante… luego regresó el gesto avergonzado. Las madres se saben sus abusos.

La mujer avanzó entre las sardinas de la custer para encontrarse con sus dos otros pequeños. La imaginé sola.

Dejó delante de mí a Papi, su hijo, ya casi de mi tamaño, quien se aferraba a un pasamano detrás del cobrador y miraba encorvado por la ventana la ciudad que otros como él están terminando de destruir.

Lo dejó para que contemple su futuro de intolerancia, de engreimiento. Futuro de flojo que empieza todo con entusiasmo y termina un tercio de ello porque el clima empeoró o se le rompió una uña. Uno de aquellos que piensa que está bien que robes mientras cumplas mínimamente tu trabajo porque no le interesa nada de lo que pase fuera de su cuerpo. Un anestesiado más por el azúcar y la tele. Otro que abandonará como lo abandonaron.

Bajé y el flaco, en su útero, sigue regodeándose entre la placenta. Olor de vísceras de sazón morena a la parrilla. Mientras esperaba mi porción con ansias, sentí en la nuca la mirada: coquetería de una joven matalascallando. Sola, pensé. Al instante, un acompañante masculino que mascaba aún su último trozo de carne se levantó del asiento. Ella que permanecía de pie, escoltándolo como en un daguerrotipo, le alcanzó apresurada una servilleta a los labios.

Era el mismo flaco que no podía cargar con su propio peso.

Autorretratos de Vivian Maier, fotógrafa y niñera

inhalar

vivian

Es una mujer. Toma la cámara en los cincuentas. La lleva a la calle. Es parte del cotidiano. Vivian Maier es tímida, es bizarra, es tierna; la actitud del género Autorretrato la hace protagonista de su propio relato. Tropecé con sus fotografías en blanco y negro; me hacen sonreír, insisten a propósito en el distanciamiento que siempre me pareció propio a la naturaleza de lo fotográfico, que me devuelve los objetos con un aura nueva, separados de la línea de ensamblaje de la vida diaria por la mirada del artista. También hay algo de surreal en todo esto de documentar el objet o personnage trouvé con acento cómico; en el hecho de ser fotógrafa y niñera. En este enlace se puede ver algunas de sus criaturas.

Lecciones para las Elecciones o cómo cocinar un pequeño pez

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Gobiernen el imperio como quien cocina un pequeño pez.
Lao Tsé

De tiempo en tiempo este ser submarino que es vuestro se pregunta por este constructo occidental que los atenienses llamaron Política. Intenta comprender sus jugos gástricos y escorias pero apenas en la puerta abandona la madeja y recoge el poema para vivir/sobre bajo su piedra sin escafandra. Hoy, sin embargo hunde pluma en su tinta ante este evento sin precedentes que  se ha cocinado en conjunto.

Como estalactitas sin nombre nos hemos sumado en torno a la fuerza de Susana porque es su faz la que representa el anhelo femenino que requiere hoy más que nunca nuestro mundo. Veo en Susana la naturaleza misma de la Mujer: compasión, pasividad, intuición, fuerza, fuerza, fuerza como la de una selva pródiga. Ella implanta el juego de la mujer hecho de sonrisa y temple que no pisa el palo de ese «macho» que representa su oponente fálico: Lourdes, quien por su parte ha secado su sexo, su libertad, su ilusión en aras de este orden maldito que se está terminando, este orden de occidente que solo viola, que toma, que destruye, que patalea lleno de rabia y con el estilo que nos convirtió en esclavos hace más de quinientos años. Lourdes representa todo lo que odio de esta ciudad virreinal: la iglesia, la retórica, la intolerancia, el banco, la ficción banalizada para hipnotizar y robar.

Si este domingo este orden continúa imponiéndose con su acostumbrado ejército de armado por los payasos de los medios, los señores feudales y búfalos de estampida todos valientes vendidos capaces de tergiversar, amañar, alterar, sepamos que la lección de Susana será preservada.

Quiero pensar que este es solo el principio, que alegremente se nos ha devuelto la esperanza de que nosotros quienes nos sentimos más cerca de la tierra, quienes respetamos al otro y confiamos aprender de él y anhelamos el trueque podemos ser representados, que no estamos solos, que vale la pena, como en las comunidades andinas, rotarnos representatividad y responsabilidad para construir juntos el lugar que queremos exterminando esta clase sin clase política que es nuestro gran karma platónico, tal vez al margen del metal maldito que domina las mentes de este mundo.

Blanca única mujer

escritura, inhalar

Las palabras de Blanca me encontraron. Fue como un jalón de orejas entre el aniversario de su muerte, el onomástico maternal y el comercial día. Al abrir la página 107 del número  perdido de la revista Libre cayeron de golpe los trozos del espejo, la corriente tibia de abuela limeña que recorría mi espalda cuando su voz en el teléfono, la casa de los cuerpos y el puerto magnífico que existe. Blanca responde, en la sección Debate, a propósito de La liberación de la mujer. Todo en ella es esa mujer que necesitamos y que tengo. Aquella que no está dispuesta a ser independiente y profesional sin dejar de ser madre sensual y pitonisa, aquella que construirá “un género moral” que pueda llamar verdaderamente suyo, aquella que entienda que no hay que ganar en el juego de los padres sino destruir su equívoco. Buen Cónsul piensa que esta es la única manera de salvar la humanidad y el planeta.

1. — ¿Qué contenido concreto da usted al con­cepto de emancipación femenina?

1. — El contenido que doy al concepto de eman­cipación es general, puesto que no puedo contemplar el problema, por principio, sino como alguien que por lo menos individual, íntima e intelectualmente ha accedido a considerarse un ser humano cabal y profundamente exigente con respecto a sus libertades y las ajenas.

2. — En su opinión, ¿cuál es la relación entre la lucha por la emancipación de la mujer y la lucha de clases? ¿Cree usted que la primera debe subordinarse a la segunda?

2. — Pienso que existe una relación de secto­res, ya que como he respondido anteriormen­te el problema de la emancipación femenina no me parece sino un aspecto, tan singular co­mo cualquier otro —el obrero, el campesino, el racial—, de un problema mayor que atañe al género humano. De esto puede deducirse que crea que la lucha por la emancipación femeni­na no tiene por qué subordinarse a la lucha de clases, sino que es un aspecto más de ella, y que en consecuencia debe integrarse, como un as­pecto tan importante como cualquier otro, en un programa total que contemple este tipo de reivindicaciones.

3. — Tomando en cuenta que el trabajo domés­tico es gratuito y sin valor de cambio, se podría considerar a las mujeres como una clase apar­te, fuera de las existentes. Esto supondría que la opresión patriarcal debe entenderse como contradicción principal y no secundaria. ¿Está usted de acuerdo con este análisis?

3. — Definitivamente en la práctica las muje­res constituyen una clase aparte, menos afortunada y menos atendida que cualquier otra, tradicionalmente situada en un limbo de desconsideraciones y mentiras; mentiras de cate­goría universal, mentiras históricas y filosóficas, que permiten la existencia de absurdos como la «opresión» patriarcal», entre otros. Pero que quede constancia que digo «en la práctica» y que insisto en no aceptar que el problema de la emancipación femenina se reduzca a un sim­ple debate de orden familiar y doméstico, ni tampoco a limitadas y débiles revueltas de ti­po «feminista». Y debo agregar que la «opresión patriarcal» me parece que constituye una contradicción principal no sólo en este caso. Pienso, por ejemplo, en la juventud y en la abo­minable educación que se le ofrece; pienso en los siervos de todo el mundo; pienso en los mismos hombres que se suponen liberados en las democracias y en otros sistemas, en el monstruoso mito de las ideas-padre (padre-es­tado, padre-iglesia, etc.) y en la gran farsa de la autoridad que se erige por la fuerza en pro de intereses personales o de grupo en cualquier plano.

4. — Se considera que el trabajo remunerado es alienante dadas las condiciones en las cuales se desarrolla en nuestras sociedades. A pe­sar de esto, ¿lo aconsejaría usted a las muje­res como medio de liberación?

4.  — Me parece que si las mujeres somos por tradición una inmensa clase no reconocida totalmente, un primer paso natural para consti­tuirse en una clase apta para reclamar derechos sería tratar de integrarse dentro del siste­ma; y si el sistema es pésimo es dentro de él que hay que cambiar las cosas.

Suena paradójico, pero en este caso la aliena­ción del trabajo remunerado constituye un escalón de base para reclamar cosas mayores. Las mujeres debemos trabajar, tratar de no ser dependientes en el plano material. Las otras con­quistas tendrán que venir por añadidura, por gravedad.

5. — ¿De qué manera contemplaría usted la lu­cha por la emancipación de la mujer: a) en el cuadro de una organización política y revolu­cionaria; b) exclusivamente en un movimiento femenino?

5. — Es evidente que en el cuadro de una or­ganización política y revolucionaria.

7. — En el proceso de la emancipación de la mujer, ¿le asigna usted un valor igual a la emancipación económica que a la emancipación sexual?

7. — La libertad de un individuo debe ser total. No pueden haber recortes ni zonas intocables. Si una mujer consigue emanciparse económica­mente su relación con el sexo opuesto tiene que variar. No será dependiente ni de un padre ni de un marido. Será, sí, dependiente de ella mis­ma, del género de moral que fabrique, de sus sentimientos y de sus instintos. Creo que será libre a la larga para comprometerse como me­jor le convenga y sienta en cualquier campo, el sexual también, y eso es asunto de cada in­dividuo.

8. — Considera usted que la familia es una tra­ba para la emancipación de la mujer?

8. — No debería serlo en absoluto, si hablá­ramos de una familia ideal, constituida por se­res libres y responsables. La maternidad no me parece una carga, sino por el contrario una forma de realizarse dentro del orden natural de las cosas. Si marido y mujer convienen en formar una familia sabiendo que eso implica una cierta dosis de esfuerzo extra de ambas partes, no veo por qué esto sería una traba ni para el hombre ni para la mujer. Me parece, más bien, que el problema trasciende a la pare­ja —que puede ser perfecta— para convertir­se en un problema social. Se tendrían que revisar muchas cosas: el matrimonio, el divorcio, la educación de los niños, las cunas materno-infantiles, los horarios de trabajo, etc. Ahora bien, si hablamos de la familia dentro del ac­tual estado de cosas, ciertamente no es una tra­ba sino una lápida, y tanto para la mujer como para el hombre.

9. — ¿Qué importancia concede usted al aborto libre entre los objetivos de la lucha femenina?

9. — Tiene una importancia capital. Todo ser humano debería tener derecho a decidir si quie­re o no tener hijos. Las razones que lo asistan pueden ser numerosas y diversas. En el caso particular de la mujer es más evidente esta ne­cesidad, puesto que es ella quien soporta el mayor peso —en todo sentido— de esa res­ponsabilidad. A la larga, el aborto libre sería una garantía en todo sentido para los niños que nacieran, que por lo menos vendrían al mundo con una categoría más digna de su especie: la de hijos deseados y no impuestos.

En Libre nº 4, París, Editions Libres, 1972.